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jueves, 22 de octubre de 2009

Estreno de La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina


Poco hemos tardado en volver a recibir una entrega de este folletín visual que es la saga Millenium. Se han dado tanta prisa que ha ocurrido un fenómeno muy raro, casi inédito: el estreno de Millenium II coincide en unas cuantas salas de cine con la película predecesora, Los hombres que no amaban a las mujeres, que lleva decenas de semanas en cartel. Y si el público sigue yendo a ver esta historia frenética, narrada con crudeza casi 'dogma', puede que el estreno de Millenium III, que está previsto en Suecia para el próximo mes, lleve a las tres películas de la saga a coincidir en cartelera. Lo cual será lo más parecido a una de las añoradas sesiones continuas.


Lisbeth Salander sigue siendo Lisbeth Salander. Esa es la mejor noticia.

El personaje consiguió saltar de las hojas de un libro a las pantallas, de la mente del escritor Stieg Larsson a la dirección de Niels Arden Oplev, en la primera entrega cinematográfica de Millenium; y ahora bajo el criterio de un nuevo director, Daniel Alfredson, en La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina. Y Lisbeth vuelve a seducirnos.

Es la actriz sueca Noomi Rapace, hija de un cantaor flamenco de Badajoz, la encargada de dar vida a uno de los personajes más embaucadores de los últimos tiempos. A su alrededor orbitan los conflictos policiales, periodísticos y mafiosos, en un thriller obligado a sintetizar las 750 páginas de la novela en la que se inspira el film. El resultado tiene una doble consecuencia: una tensión narrativa de principio a fin y un desfile de personajes que puede llegar a abrumar a un espectador ajeno a las subtramas de la obra literaria original.

El periodista Mikael Blomkvist, interpretado por Michael Nyqvist, gana en matices respecto a la primera parte de la trilogía a medida que se involucra en una investigación cuajada de antagonistas. La realización sobria de la película y una notable banda sonora nos introducen en una historia que no necesita de más artificios. El contexto visual nos permite mirar de reojo los canales de Estocolmo, pero no hay tiempo para la contemplación. Durante dos horas y media Millenium II mantiene al espectador en alerta, inmerso en el laberinto de conspiraciones y sobresaltado por los giros inesperados de la trama.

Dicho de otra forma, la película no tiene más pretensiones que la de entretenernos y lo consigue de forma notable, lo que sin duda ya representa todo un logro.

H. Kawil

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