Buscar en este blog

miércoles, 29 de noviembre de 2006

Madero, apártate de mi vino

.
Mi primera experiencia con líquidos en un aeropuerto fue ayer.
Había estado en un feria de turismo en Barcelona, y entre los muchos catálogos e historias que me dieron había semioculta una botella de vino que inocente de mí guardé en la maletica que llevaba.
Pues bien, claro. Cuando yo llegué al aeropuerto y pasé la cinta del control de entrada, un cachondo policía me retuvo:
-De quién es esta maleta?
-Mía –grité yo, alegremente-.
-Llevas una botella de champán –advirtió el hombre arrastrando las palabras como quien pilla antes a un mentiroso que a un cojo.
Yo pensé, primero, que era mentira, y segundo, que era adivino…
Pero caí. Ah!! Cierto! La botella del Piamonte!
Así que abrí la maleta, busqué el estuche, lo abrimos y descubrimos la joya: un tinto del Piamonte con etiquetado especial y esas cosas. El poli quería que yo facturara la maleta, cosa que no estaba dispuesta a hacer, qué incordio. Así que el poli propuso:
- Entonces, hay que destruirla.
¡Destruirla! Y lo dice tan tranquilo! ¿Cómo va a destruir una botella de vino italiano?
-Pero, hombre, cómo la va a destruir. Quédesela y se la bebe a mi salud…
Que no y que no. Que si no convencía al jefe de polis del aeropuerto, él no se podía quedar nada de nada. Y mientras, el pobre compañero encargado de vigilar el scanner nos echaba unas miradas esperanzadas de reojo, que estaba dándome una pena…
Jajaja. En fin. Que no hubo manera: ni para mí ni para él. Decisión neo-salomónica: en vez de partir la botella, a destruirla. Así que el poli la alzó sobre un contenedor, me llamó: “Mira, mira”, se partió de risa y abrió la mano. Y la botella cayó, pobre, descoyuntándose al contacto con el duro suelo.
Y, ¿sabéis? Ni siquiera me dolió la terrible pérdida de 75cc de vino tinto piamontés, seguramente seleccionado entre lo mejor de la bodega para estos agentes de viaje con tanta pasta. No me dolió, solo vi el surrealismo absoluto al que estamos llegando. Porque cinco minutos más tarde me compré una botella de agua en el Duty free y me la subí al avión. Líquidos rojos no, transparentes con iva del aeropuerto sí. Total, si llevo el explosivo en polvo y lo disuelvo en el agua mineral de la tienda, ellos hubieran cumplido con su deber, y en un mes ya no nos dejarían ni beber, ni mear, que todo es líquido.
En fin. Consumo e irrealidad.

lunes, 27 de noviembre de 2006

Me gusta


He retomado una de las costumbres que me reconcilian con Madrid, ciudad impía.
Pasear por Madrid, cosa que no es baladí (mira qué rima), anda que no es grande… Aquí un buen paseo es toda una caminata, pero este lugar ruidoso, sucio y pueblerino se transforma por la noche. Es una ciudad nocturna: el contraluz de las farolas la embellece; y mucho más en esta época pre navideña, con todo su aliño de luces pero no atragantada de gente.

Me gusta soltar vapor por la boca, canturreando en voz bajita porque me da vergüenza que me oigan. Así que voy serpenteando, de calle ancha a callejuela solitaria, en una miro arriba y respiro el neón y las castañas y en otras extiendo los brazos y fraseo una estrofa, o recojo el paraguas como Gene Kelly.

Me gustan los caramelos de encaje rojo, azul, amarillo y verde que ha creado Agata la de la Prada para la calle Ortega y Gasset. Me gustan las nubecillas de la Gran Vía, y la cascada azul de Colón, con su Adeste Fideles en letra y pentagrama sobre el agua de plástico.
Me gustan los muelles amarillos que cuelgan de la Castellana, y me gusta que por fin haga algo de frío, caray, para arrebujarme en el edredón, para acelerar el paso con la cara roja y ver, con superioridad, esos catarrillos ajenos…
Me gusta que Gallardón quiera volver al medievo, no sólo cavando zanjas (eso no me gusta), sino también (y es lo que me gusta) con todos esos banderines que ata a las farolas. Ahí pone sus publicidades, los avisos culturales, las ferias de la ciudad, y me encantan: ondean al viento como los pendones de las justas de los nobles.
Me gusta que suenen –de vez en cuando, eso sí- algunos villancicos, porque así echo de menos aquellos que cantábamos a pulmón Hugo y yo por las calles de Pamplona, en las navidades de nuestra reciente post-adolescencia.

¿Qué os gusta de Madrid? ¿Qué os gusta de vuestra ciudad? ¿Qué os gusta de la Navidad? Venga: “Me encanta…..” ¿qué?