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lunes, 15 de diciembre de 2008

Ultimátum a Keanu Reeves

Estuve ayer viendo Ultimátum a la Tierra.
Yo quiero darle un ultimátum a Keanu Reeves: no se puede vivir eternamente de los réditos de un buen personaje. Haz una peli buena ya o jubílate para siempre.
Este de ayer no era sino un palitroque sin emociones, argumentos ni sentido alguno.
El tema de la película, ecológico y sobre el que se podía haber montado una película aceptable (no en vano es un remake) se quedó en una colección de tópicos demasiado burdos. Ni los tres kilos de palomitas -una incitación al despilfarro- fueron suficientes para tragar semejante truño.
No es que no la recomiende, es que modificaría la secuencia temporal para que esta cinta no hubiera visto la luz.

lunes, 1 de diciembre de 2008

password

No soy un usuario, soy una contraseña.

Las tres o cuatro cuentas de correo que apenas usa ya nadie conmigo. Las redes sociales, los dos buzones de mis otros tantos trabajos. El registro de cada sala de prensa, de cada acceso de descarga. Y en unas caben mayúsculas o no, en otras no menos de seis letras, no pongas puntos, no pongas guiones, si los has puesto en unos apúntalo para que no se te olvide. Y así páginas enteras llenas de claves, encriptadas no obstante para que no sean robadas.
¿Así es nuestra privacidad? No contiene nada. Solo es exterior, candados y llaves que no abren.
Soy una contraseña, password failed.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Campaña pornografía infantil NO

20 de Noviembre, Día Mundial de la Infancia.


Todos debemos implicarnos en la protección de los niños. Y, según cuentan los que mejor saben del tema -los profesores, que son quienes ven pasar generaciones de niños y generaciones de padres- parece que los nuevos papás y mamás vuelven a ideas tradicionales respecto a la educación, que es la salvación, la base del pensamiento libre, su mejor protectora contra los abusos y contra las mentiras.
Por cierto que dice el nuevo Defensor del Menor que "hay gente que esto (se refiere al azote) lo confunde y piensa que la única forma de educar es con el castigo físico"... Los sucesivos defensores del menor no se acaban de dar cuenta de que las generaciones cambian, y quienes hoy tienen niños pequeños a los que educar son jóvenes en la treintena que han podido ver los frutos de muchos desmanes educativos libertarios (no tocar al niño bajo ningún concepto; cómo se le va a dar un cuaderno de caligrafía a un niño de cuatro años si eso coarta su libertad...). Volvamos al redil. Hagamos que los hijos sean niños y no adultos prematuros ni viejos perpetuos.
Y señalemos con el dedo y gritemos muy alto contra la pederastia, el abuso y la pornografía infantil, esa que destruye tan temprano el antídoto de los niños contra el dolor: la inocencia.
PD: pon hoy un post contra la pornografía infantil. O ponlo mañana.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Sobre Obama y la negritud

Unas pinceladas.

Aunque a mí me parece más café con leche, o toffee, que negro-negro, noto que a muchos norteamericanos no les llegan bien las noticias. Leo en los periódicos mucho vox populi con ideas truncadas: que si Obama es musulmán, que si es un terrorista infiltrado...
Ayer, la finalista del Planeta, Ángela Vallvey, decía en público que no le parece negro, "sino un blanco teñidito".
Y Álvaro Pombo, un hombre que por encima de pequeñito y mayor, es divertido, describía a Barak Hussein Obama como "el islamista, el marxista. El negro".
En Telemadrid no se empacharon por amargarle la fiesta al presidente electo, con su insistencia sobre la crisis y las guerras y lo que le van a dejar de querer.
Para muchos es un no-afroamericano, porque aunque su padre es keniano, no es inmigrante de cuarta generación, con lo cual es o un africano, o un mulato.
Y David Torres, uno que escribe muy bien, decía en El Mundo que "cualquier pobre chicano de San Francisco, cualquier tendero chino de Nueva York están más cerca de la experiencia de la negritud que Obama, un niño bien pintado al betún".

Pero yo he visto "24". Y además Obama se parece a Dennis Haysbert, el actor que encarna al candidato y posterior presidente David Palmer -que también parece más toffee que negro-negro-. Así que, como Obama contrate a un Jack Bauer, lo podemos flipar todos. Pero espero que no se acabe ya la Obamanía, que aún quedan muchos sentimientos que comercializar. Digo, universalizar.

martes, 21 de octubre de 2008

Reflexión demográfica:

Entre los castings para los talent shows (véase Factor X u Operación Triunfo, Fama o Circus), los sinceros confesantes de los talk shows (véase El Diario de Patricia o de sus sustitutas) y los concursantes de los reality shows, (véase cualquiera de las diez ediciones de Gran Hermano, Supervivientes, la Casa de tu Vida, Pekin Express, el Bus, la Granja, Hotel Glam y otros), ¿alguien conoce a algún freaky que no haya salido ya por televisión? ¿Queda acaso algún freaky en España que no haya tenido su repercusión televisiva, sus quince minutos de fama?
Si la respuesta es afirmativa: ¿Cuántos freakies hay en este país? Porque la proporción ha de ser asombrosa...
Si la respuesta es no... Error, la respuesta ha de ser sí, de lo contrario no tendría sentido seguir con estos formatos.

Somos demasiados. En España. En el mundo. Demasiada gente.

lunes, 6 de octubre de 2008

Hay gente que me deja con la boca abierta

Y luego está mi madre.
Voy a la estación de autobuses, buscando el Continental que llega de Logroño a Madrid con su aroma a ciudad impoluta y sus gallinas amarradas al parachoques. De provincias. Lo veo llegar y me acerco, y el conductor me sonríe por encima del volante.
Abre la puerta y desciende hablando.
-Usted es la señorita que viene a buscar las pruebas médicas.
-Ah, ¿me ha reconocido por las radiografías?
-No le hacen justicia, la verdad.

Me alegra su agudeza y le sonrío, acompañándole hacia el lateral del autobús, de donde saca un par de cartones enormes cerrados con cinta adhesiva.
-No, no, no lo coja. Ya se lo llevo yo. Que ya me ha dicho su señora madre que tiene usted el hombro mal y que viene a buscar las radiografías para enseñárselas a un médico de Alicante. Me ha pedido que le diga que el médico que ella ha visitado dice que no tiene los ligamentos rotos, o los tendones, no sé. Y que esto debe de ser algo del cuello, nada más. Y que no se ponga triste, que esto se acabará pasando. Porque ya me ha contado que se ha muerto su tío estos días, y que lo estará pasando muy mal aquí sola en Madrid. Pero que no se preocupe, que seguro que se va a poner bien.

Dejo pasar un silencio que no sé si se nota más incómodo o sorprendido.
-Ya veo que le ha dado una buena charla… Habla mucho, mi madre.
-Sí –dice él-. Y bien, además. Es muy cariñosa.
-Bueno. Pues muchas gracias. Y si la ve la próxima vez, corra.
-¡Ja! Le daré saludos. Espero que se cure usted pronto.
-Sí, gracias. Adiós –me despido cargando con los cartones como si me los llevara a mi refugio.
-¡Ah! –me grita el chófer mientras me alejo- ¡Y dice que pase por la peluquería antes de volver a Logroño!

viernes, 26 de septiembre de 2008

extranjeros y chinos

Ayer pedí comida china a domicilio. Vino uno con gafas, motorizado -eso exige que lleve casco, y un chino con casco parece aún más la hormiga atómica- y haciéndose pis, así que me pidió permiso para pasar al aseo. Y, como era de esperar, cuando se fue no bajó la tapa.

El otro día estaba esperando a que me llegara un paquete en la estación de autobuses de Madrid cuando me abordó un joven de aire musulmán. Halil, mauritano. Me enteré porque me abordó en francés, que si llega a usar el árabe me quedo igual. Le eché una mano escueta, explicarle cómo funciona un teléfono, atender a que terminara la marcación y, después, acercarme a él para indicarle un cambio de andén para su autobús a Zaragoza. El joven mauritano exhibía una sonrisa llena de dientes y abrió su maleta de cuero. Llevaba una enorme bolsa de plástico llena de afeites y abalorios de regalo y me dio un collar de cuentas blancas.

Un ratito después, ya inspirada, encontré a otro árabe en el metro. Era un trabajador de la Embajada de Jordania (yagdinyia) que no hablaba una palabra de ningún idioma romance o anglosajón. Me miraba de reojo sentado en el andén, y yo leí con descaro el papelote que llevaba con alguna indicación. Sólo había una palabra en castellano: corazón.

Por fin llegué a mi destino, me encontré con una amiga y nos fuimos hacia su casa. Eran las once de la noche en el barrio de la Prosperidad. Y se nos cruzó un chico negro enorme, podría ser subsahariano. Con un español entrecortado nos preguntó por una farmacia de guardia. No conocíamos ninguna y no había muchas donde mirar en esa zona. Al preguntarle, nos contó que era trabajador de la construcción y que le dolía mucho la espalda. -Vuélvete, le pedí. Y cuando me dio la espalda le pillé por sorpresa y le subí la camiseta. Dio un respingo, mi amiga abrió mucho los ojos y yo le palpé las oscuras lumbares. Le eché una bronca por tener esas contracturas sin ir al médico, le dimos unas pastillitas de emergencia y le mandamos andandito a por una farmacia de guardia, así tuviera que caminar media noche. Una manzana más allá le vimos irse derecho a su casa.

viernes, 15 de agosto de 2008

JJOO: NOS ROBARON LA FINAL DE CARABINA

Sí. Y fue una traición a la patria, que en otros países es pena capital... A Luis Martínez Encabo le robaron el pase a final de tiro con carabina en 10 metros.
Martínez Encabo, al igual que su compañero chino, que tiraba a su lado, ya se habían dado cuenta antes de la primera ronda de que su situación era muy incómoda: tiraban justo de espalda a la puerta del pabellón. Cada vez que la puerta se abría, la luz exterior se reflejaba en la mirilla de la carabina, de cristal, y les cegaba. Así que los seleccionadores chino y español acordaron estar pendientes del asunto. Primero tiraba el chino; si la puerta se abría, su seleccionador la cerraba.
Después le tocó tirar a Luis MArtínez Encabo. Su primera serie fue muy buena, de nueves y dieces. Y después, la tración: alguien entra, la puerta queda abierta. Luis, con poco tiempo, se gira para decirle al seleccionador que la cierre... Y el seleccionador se niega. No se mueve y la puerta continúa abierta, cegando al tirador, que con esas condiciones solo pudo acertar ochos y algún nueve.
Jamás he oído a Martínez Encabo quejarse de nada cuando ha tenido una mala competición, no más allá de sus propios fallos o falta de entrenamientos. Esta vez, en cambio, estaba tranquilo y preparado y el pase a la final hubiera sido lógico, dado que además el resto de tiradores no tuvieron su mejor día.
Lo que ha ocurrido ha sido, no sólo una injusticia, sino una traición al deportista, a sus seguidores y al país que representan.
Esperemos que la federación exija explicaciones y tome sus medidas.

sábado, 9 de agosto de 2008

Zhang Yimou 1-BSO 0


Comentario frívolo y espero que breve:

Vi la ceremonia de inauguración de los Juegos de Pekín. Zhang Yimou (que desarrolló el espectáculo visual) es un artista y no hace más que dar una y otra vez pruebas de su raro talento.
Pero la música era una ñoñez. La banda sonora ha sido de una sensiblería horrorosa. ¡Pero si se permitieron el lujo de machacar el tema principal de La Misión de Ennio Morricone superponiéndole los ahh-ahhh-alaridos de una tipa que parecía estar recibiendo una visión mariana!
Y el tema central, con Sarah Brightman y un cantante chino (que al parecer es muy famoso) era ¡el tema más cursi del mundo! Qué birria de himno... Y eso me recuerda que el mejor himno de unos Juegos Olímpicos ha sido sin duda el de Barcelona 92 (debo moderar mis opiniones innegociables). Recuerdo a un amigo de antaño -un poco mitómano él- que aseguraba sin cortarse que Freddy Mercury, en esa canción, le hacía sombra vocal a Montserrat Caballé... que llegaba más alto, decía...
El caso es que he estado escuchando esa canción con fruición pareada en los últimos días y, si recordáis la lista de hace muchos post sobre las 5 mejores canciones para levantarse por la mañana, y he decidido que Barcelona desbanca por méritos propios y por crescendos soberbios a Sweet Louisiana Sound, que pasa a la reserva de canciones para después de la ducha.

PD: VAMOS LUIIIIIIIIS, VAMOOOOOOOOOOS!!!!! TIRA POR TODOS LOS ÑOÑOS DEL MUNDOOOOO!!!!!!

sábado, 14 de junio de 2008

EL FERRARI Y EL BASTÓN


Por esas tierras de Castilla, anchas y planas como el pecho de un varón –de unos más que otros- andábamos sobre ruedas hace unos días mi amiga Elenita y yo misma, a bordo de uno de esos Ford Focus que se han vendido como churros. Con el solecito de la tarde paramos a tomar café en una mítica estación de servicio de la A-1, una que está rodeada de huertas burgalesas.
Y conforme salíamos del bar fumándonos el cigarro del café (porque, claro, ya no se puede fumar en las cafeterías de las gasolineras) bajando hacia el coche para reemprender camino. Y entonces una luz roja nos cegó. Era el resplandor de terciopelo metálico de un Ferrari rojo nuevecito, nuevecito, que llevaba la etiqueta aún colgando de las crines del caballito.
-Mira, un Ferrari –advierte Elenita con buen juicio y cierto desinterés (es muy pija).
Miramos y, entonces, el silencio.

-Pero ¿cuántos años tiene ese señor? –pregunto yo, mirando alucinada al que me parecía, cuando menos, sesentón conductor del Ferrari.
Elenita y yo debatimos entre risitas teorías sobre la pitopausia –menopausia masculina-, la crisis de la mediana edad y la de la tercera edad, el Euromillón, el macho alfa dominante y la proyección del eros en los objetos fetiche de la hombría, cuando ella se descolgó diciendo:
-¡Ay, ay! Que saca el bastón!!

Ya al borde de la carcajada, me giro y le veo por fin en toda su hechura. El hombre del Ferrari no era un sesentón ni tenía pinta de premiado de la Lotería. Era un abuelo de huerto, clásico, con su rebequita azul marino de lana, sus pantalones de pana, un sombrerito tirolés de fieltro y… las bambas. ¿Quién conduce un Ferrari con bambas, por amor de Dios? Pero si a Jesulín de Ubrique Ferrari no le quiso vender un coche, ¿quién se lo ha regalado a este señor?! Las manitas a la espalda, claro, el vientre abultado hacia delante, mostrando en lo alto lo que era no un cinturón –de ciudad- sino la correa, la misma correa fina de hebilla dorada que quitaban los abuelos para darle zurras a los nietos.

Ahí nos quedamos, mirándole como caminaba hacia el bar, seguras de que iba a pedir un quemadillo, con la boca abierta y una risilla contenida cuando, a nuestra espalda, una pareja de muchachos de nuestra edad en otro Ford Focus, que también miraban al dueño del Ferrari fascinados, llegaron fumando hasta nuestra espalda.
-¡Vaya máquina lleva el abuelo, ¿eh?!

martes, 20 de mayo de 2008

No sin mis tacones


Soy muy fetichista. Sobre todo para los zapatos. Aunque siempre parezca que me acaban de sacar del cubo de la basura, la impresión es causada sólo porque no tengo dinero y porque soy muy descuidada.

Pero sufro una atracción irresistible que sólo me afecta cuando paso por el escaparate de una zapatería. Este mes estoy contenta (pequeña de mí) porque voy a escribir un reportaje sobre los zapatos rojos, no los de Andersen sino los que hacen que el asfalto se quiebre con cada pisada. Zapatos rojos de tacón alto, puntera peet toe, brillo y talón cerrado a lo Marilyn Monroe, a lo mito del cine mucho a finales de los cuarenta.

Mmmmmmm...

Eso es fetiche de erótica transparente, recordatorio de poder y peligro.


Pero este post solo pretendía homenajear a la frase de la temporada, la que no podremos olvidar en años:

OTR Press, hoy.

"Sin tacones no puedo pensar"

Victoria Beckham (sí, ¡ella!) dixit.


PD: léanse el artículo, no tiene desperdicio. Hay frases tan remarcables como "sin tacones no me puedo concentrar" (¡amiga, has tenido tres hijos! ¿te vas a la cama en tacones?)

o mi favorita: "Yo bebo a todas horas. Me encanta tomar una copa". Ays.


jueves, 8 de mayo de 2008

Multas públicas

Toma ya!
El País, fin de semana pasado: “China multa a los presentadores que pronuncien mal”
Si es que nos van a comer con patatas, está claro. Vaya penalización! Y ya lo han aplicado, sí, con algún presentador de informativos. La multa es simbólica en términos de cuantía, pero sirve de escarnio público. Y me parece estupendo. Me imagino importando a España esas sanciones, uff, no iban a caber los videos de gazapos en youtube. Estoy pensando en algún presentador de deportes y en alguna presentadora de magazines con los cuales el guardián de la dicción de turno no iba a dar abasto. Y eso que entre pronunciar chino y pronunciar español hay una diferencia…
Propongo, por ampliar el espectro de esta maravillosa norma, multar también pero con más severidad a todos aquellos escritores o trabajadores de la lengua que escriban mal, lo que ya es bastante más sangrante.
Poooor cierto, eso me recuerda que estoy leyendo el último best seller (y tanto) de Carlos Ruiz Zafón, El Juego del Ángel, y a punto estuve de cerrar el libro de golpe cuando, en la página 68 encontré un atentado contra mi piedra cerebral particular y motivo de uno de los últimos post: la confusión –increíble por sencilla- entre el deber y el deber de. Dice:
-Tonterías
-Tonterías lo son todo en esta vida. Es simplemente una cuestión de perspectiva.
-Debería de poner eso en su libro. El nihilista en la colina. Un éxito cantado.

Mal. Mal. Y pocas páginas después (hablamos de un libro de más de 600), hay una errata que confunde el nombre de pila del protagonista. Me alegro de no haberlo cerrado porque me lo estoy devorando y porque no he hallado ningún otro error “deber vs deber de”, así que me inclino a pensar que, o bien Zafón no sabe distinguirlos y a su corrector se le pasó, o fue este último el que metió la pata dos veces casi seguidas al inicio de la novela. Qué queréis, me da mucha pena que el libro más esperado de los últimos años, un super ventas seguro y el de mejores números iniciales de la historia de la letra española salga al escaparate con erratas.

Sé que esto es un tostón, pero me estoy convirtiendo en una hiena olfateadora de errores gramaticales. Y no voy a cejar. Ea. Brindo por las multas a la incorrección lingüística.

jueves, 20 de marzo de 2008

DEBER

Ya estoy harta.
Es mi piedra y me da la gana de desarrollarla. No soporto lo maaaaaaal que utilizan el lenguaje los políticos, periodistas, tertulianos, presentadores, cantantes, actores, cualquiera de las personas que tienen alguna responsabilidad sobre la lengua y la envilecen.
Y una de las cosas que más me molesta es que TODOS utilizan MAL el deber y el deber de. No es que no sepan dónde poner cada cosa, es que parece que lo hacen aposta a la inversa de como recoge la Real Academia.
A ver si nos enteramos de una buena vez:
DEBER+INFINITIVO significa OBLIGACIÓN
DEBER DE+INFINITIVO significa POSIBILIDAD O DUDA.

Esto es así, y punto. Indignación.
Ah, infinitivo es un tiempo verbal, ar-er-ir, por cierto, que la cosa está muy mal...

viernes, 22 de febrero de 2008

Graffitis, ciudad y Cortázar

Parece ser que doña Ana Botella recibió una petición de los graffiteros de Madrid para que les cedieran algunas paredes en desuso, y la concejala puso el alarido en el cielo contaminado de la capital.

El debate está servido: ¿graffitis sí o graffitis no?

Para endulzarlo, puntualizaré que graffiti no es tan solo la firma en colorines de un tipo al que parece que le falta la identidad, que tiene que renombrarse una y otra vez allá donde encuentra pared.

Nop. Graffiti sólo es pintura al aire libre en objeto urbano. Un muro derruido o un vagón de tren, o la persiana del negocio de la esquina (que muchas veces paga para que el grafitero se la pinte). O la pared desconchada del portal de al lado de mi casa, que está en obras con un estercolero delante. O ese muro horroroso amarillo pollito revestido de aislante que se pega años relumbrando ahí, feísimo, porque al presidente de la comunidad ya no le llega para pintarlo.

O es también un mensaje apuntado con spray. Un mensaje social, o un mensaje de amor, a veces.
Pensadlo.
Igual se me ve el plumero (jeje) pero os dejo ahora dos regalos: un graffiti bonaerense muy divertido y un cuento de Cortázar, maestro Cortázar, que no podría ser más delicioso ni más inteligente.

GRAFFITI. (Julio Cortázar)
Tantas cosas que empiezan y acaso acaban como un juego, supongo que te hizo gracia encontrar un dibujo al lado del tuyo, lo atribuiste a una casualidad o a un capricho y sólo la segunda vez te diste cuenta que era intencionado y entonces lo miraste despacio, incluso volviste más tarde para mirarlo de nuevo, tomando las precauciones de siempre: la calle en su momento más solitario, acercarse con indiferencia y nunca mirar los grafitti de frente sino desde la otra acera o en diagonal, fingiendo interés por la vidriera de al lado, yéndote en seguida.
Tu propio juego había empezado por aburrimiento, no era en verdad una protesta contra el estado de cosas en la ciudad, el toque de queda, la prohibición amenazante de pegar carteles o escribir en los muros. Simplemente te divertía hacer dibujos con tizas de colores (no te gustaba el término grafitti, tan de crítico de arte) y de cuando en cuando venir a verlos y hasta con un poco de suerte asistir a la llegada del camión municipal y a los insultos inútiles de los empleados mientras borraban los dibujos. Poco les importaba que no fueran dibujos políticos, la prohibición abarcaba cualquier cosa, y si algún niño se hubiera atrevido a dibujar una casa o un perro, lo mismo lo hubieran borrado entre palabrotas y amenazas. En la ciudad ya no se sabía demasiado de que lado estaba verdaderamente el miedo; quizás por eso te divertía dominar el tuyo y cada tanto elegir el lugar y la hora propicios para hacer un dibujo.
Nunca habías corrido peligro porque sabías elegir bien, y en el tiempo que transcurría hasta que llegaban los camiones de limpieza se abría para vos algo como un espacio más limpio donde casi cabía la esperanza. Mirando desde lejos tu dibujo podías ver a la gente que le echaba una ojeada al pasar, nadie se detenía por supuesto pero nadie dejaba de mirar el dibujo, a veces una rápida composición abstracta en dos colores, un perfil de pájaro o dos figuras enlazadas. Una sola vez escribiste una frase, con tiza negra: A mí también me duele. No duró dos horas, y esta vez la policía en persona la hizo desaparecer. Después solamente seguiste haciendo dibujos.
Cuando el otro apareció al lado del tuyo casi tuviste miedo, de golpe el peligro se volvía doble, alguien se animaba como vos a divertirse al borde de la cárcel o algo peor, y ese alguien como si fuera poco era una mujer. Vos mismo no podías probártelo, había algo diferente y mejor que las pruebas más rotundas: un trazo, una predilección por las tizas cálidas, un aura. A lo mejor como andabas solo te imaginaste por compensación; la admiraste, tuviste miedo por ella, esperaste que fuera la única vez, casi te delataste cuando ella volvió a dibujar al lado de otro dibujo tuyo, unas ganas de reír, de quedarte ahí delante como si los policías fueran ciegos o idiotas. Empezó un tiempo diferente, más sigiloso, más bello y amenazante a la vez. Descuidando tu empleo salías en cualquier momento con la esperanza de sorprenderla, elegiste para tus dibujos esas calles que podías recorrer de un solo rápido itinerario; volviste al alba, al anochecer, a las tres de la mañana. Fue un tiempo de contradicción insoportable, la decepción de encontrar un nuevo dibujo de ella junto a alguno de los tuyos y la calle vacía, y la de no encontrar nada y sentir la calle aún más vacía. Una noche viste su primer dibujo solo; lo había hecho con tizas rojas y azules en una puerta de garage, aprovechando la textura de las maderas carcomidas y las cabezas de los clavos. Era más que nunca ella, el trazo, los colores, pero además sentiste que ese dibujo valía como un pedido o una interrogación, una manera de llamarte. Volviste al alba, después que las patrullas relegaron en su sordo drenaje, y en el resto de la puerta dibujaste un rápido paisaje con velas y tajamares; de no mirarlo bien se hubiera dicho un juego de líneas al azar, pero ella sabría mirarlo. Esa noche escapaste por poco de una pareja de policías, en tu departamento bebiste ginebra tras ginebra y le hablaste, le dijiste todo lo que te venía a la boca como otro dibujo sonoro, otro puerto con velas, la imaginaste morena y silenciosa, le elegiste labios y senos, la quisiste un poco.
Casi en seguida se te ocurrió que ella buscaría una respuesta, que volvería a su dibujo como vos volvías ahora a los tuyos, y aunque el peligro era cada vez mayor después de los atentados en el mercado te atreviste a acercarte al garage, a rondar la manzana, a tomar interminables cervezas en el cafe de la esquina. Era absurdo porque ella no se detendría después de ver tu dibujo, cualquiera de las muchas mujeres que iban y venían podía ser ella. Al amanecer del segundo día elegiste un paredón gris y dibujaste un triángulo blanco rodeado de manchas como hojas de roble; desde el mismo café de la esquina podías ver el paredón (ya habían limpiado la puerta del garage y una patrulla volvía y volvía rabiosa), al anochecer te alejaste un poco pero eligiendo diferentes puntos de mira, desplazándote de un sitio a otro, comprando mínimas cosas en las tiendas para no llamar demasiado la atención. Ya era noche cerrada cuando oíste la sirena y los proyectores te barrieron los ojos. Había un confuso amontonamiento junto al paredón, corriste contra toda sensatez y sólo te ayudó el azar de un auto dando vuelta a la esquina y frenando al ver el carro celular, su bulto te protegió y viste la lucha, un pelo negro tironeado por manos enguantadas, los puntapiés y los alaridos, la visión entrecortada de unos pantalones azules antes de que la tiraran en el carro y se la llevaran.
Mucho después (era horrible temblar así, era horrible pensar que eso pasaba por culpa de tu dibujo en el paredón gris) te mezclaste con otras gentes y alcanzaste a ver un esbozo en azul, los trazos de ese naranja que era como su nombre o su boca, ella así en ese dibujo truncado que los policías habían borroneado antes de llevársela; quedaba lo bastante como para comprender que había querido responder a tu triángulo con otra figura, un círculo o acaso un espiral, una forma llena y hermosa, algo como un sí o un siempre o un ahora.
Lo sabías muy bien, te sobraría tiempo para imaginar los detalles de lo que estaría sucediendo en el cuartel central; en la ciudad todo eso rezumaba poco a poco, la gente estaba al tanto del destino de los prisioneros, y si a veces volvían a ver a uno que otro, hubieran preferido no verlos y que al igual que la mayoría se perdieran en ese silencio que nadie se atrevía a quebrar. Lo sabías de sobra, esa noche la ginebra no te ayudaría más a morderte las manos, a pisotear tizas de colores antes de perderte en la borrachera y en el llanto.
Sí, pero los días pasaban y ya no sabías vivir de otra manera. Volviste a abandonar tu trabajo para dar vueltas por las calles, mirar fugitivamente las paredes y las puertas donde ella y vos habían dibujado. Todo limpio, todo claro; nada, ni siquiera una flor dibujada por la inocencia de un colegial que roba una tiza en la clase y no resiste el placer de usarla. Tampoco vos pudiste resistir, y un mes después te levantaste al amanecer y volviste a la calle del garage. No había patrullas, las paredes estaban perfectamente limpias; un gato te miró cauteloso desde un portal cuando sacaste las tizas y en el mismo lugar, allí donde ella había dejado su dibujo, llenaste las maderas con un grito verde, una roja llamarada de reconocimiento y de amor, envolviste tu dibujo con un óvalo que era también tu boca y la suya y la esperanza. Los pasos en la esquina te lanzaron a una carrera afelpada, al refugio de una pila de cajones vacíos; un borracho vacilante se acercó canturreando, quizo patear al gato y cayó boca abajo a los pies del dibujo. Te fuiste lentamente, ya seguro, y con el primer sol dormiste como no habías dormido en mucho tiempo.
Esa misma mañana miraste desde lejos: no lo habían borrado todavía. Volviste al mediodía: casi inconcebiblemente seguía ahí. La agitación en los suburbios (habías escuchado los noticiosos) alejaban a la patrulla de su rutina; al anochecer volviste a verlo como tanta gente lo había visto a lo largo del día. Esperaste hasta las tres de la mañana para regresar, la calle estaba vacía y negra. Desde lejos descubriste otro dibujo, sólo vos podrías haberlo distinguido tan pequeño en lo alto y a la izquierda del tuyo. Te acercaste con algo que era sed y horror al mismo tiempo, viste el óvalo naranja y las manchas violetas de donde parecía saltar una cara tumefacta, un ojo colgando, una boca aplastada a puñetazos. Ya sé, ya sé ¿pero qué otra cosa hubiera podido dibujarte? ¿Qué mensaje hubiera tenido sentido ahora? De alguna manera tenía que decirte adiós y a la vez pedirte que siguieras. Algo tenía que dejarte antes de volverme a mi refugio donde ya no había ningún espejo, solamente un hueco para esconderme hasta el fin en la más completa oscuridad, recordando tantas cosas y a veces, así como había imaginado tu vida, imaginando que hacías otros dibujos, que salías por la noche para hacer otros dibujos.

jueves, 31 de enero de 2008

Tiendas de souvenirs y banderas


No sé si reirme de la gracia que tiene el ser humano, o llorar con desgarro por el fin absoluto de la soledad.

En la Antártida hay una oficina de correos, con buzón y todo, una iglesia católica y otra otodoxa rusa que trajeron en ferrys desde allá, una sucursal bancaria chilena, un gimnasio, internet, una cabina telefónica pública y, al margen de las bases militares y científicas, un pueblo de 39 habitantes. Ah, y en ese pueblo en el que lo normal es que la escuela, la oficina de correos, el banco, la aduana (que también la hay) y la iglesia estén cerrados, ahí a 20 metros de los pingüinos de la bahía, hay una tienda de souvenirs.


Sebas, gran tipo de Ushuaia, nos contó hace poco la historia de su suegro, uno de los pioneros de la Antártida. Después de llegar allá con su unidad militar, se le metió la piedra austral en la cabeza. Cada senda inexplorada de la Antártida, él la caminaba. Fue el primer argentino en llegar caminando al punto del Polo Sur. Puso una bandera albiceleste entonces, hacia 1964. Bastantes años después, participó en un homenaje militar internacional también en el polo sur. Todos los representantes pusieron su bandera, pero él se quiso morir: ¡Había olvidado llevar la bandera argentina! Resopló y dijo: Ahora vuelvo. El resto de los delegados se miraron alucinados, adónde va este flaco, se decían. Y el tipo fue al lugar exacto donde hincó la bandera aquella primera vez, la llevó de vuelta al punto donde le esperaban y plantó la albiceleste. En el horizonte blanco helado del polo sur. Ese sí que era un tipazo.