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martes, 20 de mayo de 2008

No sin mis tacones


Soy muy fetichista. Sobre todo para los zapatos. Aunque siempre parezca que me acaban de sacar del cubo de la basura, la impresión es causada sólo porque no tengo dinero y porque soy muy descuidada.

Pero sufro una atracción irresistible que sólo me afecta cuando paso por el escaparate de una zapatería. Este mes estoy contenta (pequeña de mí) porque voy a escribir un reportaje sobre los zapatos rojos, no los de Andersen sino los que hacen que el asfalto se quiebre con cada pisada. Zapatos rojos de tacón alto, puntera peet toe, brillo y talón cerrado a lo Marilyn Monroe, a lo mito del cine mucho a finales de los cuarenta.

Mmmmmmm...

Eso es fetiche de erótica transparente, recordatorio de poder y peligro.


Pero este post solo pretendía homenajear a la frase de la temporada, la que no podremos olvidar en años:

OTR Press, hoy.

"Sin tacones no puedo pensar"

Victoria Beckham (sí, ¡ella!) dixit.


PD: léanse el artículo, no tiene desperdicio. Hay frases tan remarcables como "sin tacones no me puedo concentrar" (¡amiga, has tenido tres hijos! ¿te vas a la cama en tacones?)

o mi favorita: "Yo bebo a todas horas. Me encanta tomar una copa". Ays.


jueves, 8 de mayo de 2008

Multas públicas

Toma ya!
El País, fin de semana pasado: “China multa a los presentadores que pronuncien mal”
Si es que nos van a comer con patatas, está claro. Vaya penalización! Y ya lo han aplicado, sí, con algún presentador de informativos. La multa es simbólica en términos de cuantía, pero sirve de escarnio público. Y me parece estupendo. Me imagino importando a España esas sanciones, uff, no iban a caber los videos de gazapos en youtube. Estoy pensando en algún presentador de deportes y en alguna presentadora de magazines con los cuales el guardián de la dicción de turno no iba a dar abasto. Y eso que entre pronunciar chino y pronunciar español hay una diferencia…
Propongo, por ampliar el espectro de esta maravillosa norma, multar también pero con más severidad a todos aquellos escritores o trabajadores de la lengua que escriban mal, lo que ya es bastante más sangrante.
Poooor cierto, eso me recuerda que estoy leyendo el último best seller (y tanto) de Carlos Ruiz Zafón, El Juego del Ángel, y a punto estuve de cerrar el libro de golpe cuando, en la página 68 encontré un atentado contra mi piedra cerebral particular y motivo de uno de los últimos post: la confusión –increíble por sencilla- entre el deber y el deber de. Dice:
-Tonterías
-Tonterías lo son todo en esta vida. Es simplemente una cuestión de perspectiva.
-Debería de poner eso en su libro. El nihilista en la colina. Un éxito cantado.

Mal. Mal. Y pocas páginas después (hablamos de un libro de más de 600), hay una errata que confunde el nombre de pila del protagonista. Me alegro de no haberlo cerrado porque me lo estoy devorando y porque no he hallado ningún otro error “deber vs deber de”, así que me inclino a pensar que, o bien Zafón no sabe distinguirlos y a su corrector se le pasó, o fue este último el que metió la pata dos veces casi seguidas al inicio de la novela. Qué queréis, me da mucha pena que el libro más esperado de los últimos años, un super ventas seguro y el de mejores números iniciales de la historia de la letra española salga al escaparate con erratas.

Sé que esto es un tostón, pero me estoy convirtiendo en una hiena olfateadora de errores gramaticales. Y no voy a cejar. Ea. Brindo por las multas a la incorrección lingüística.