Buscar en este blog

jueves, 31 de enero de 2008

Tiendas de souvenirs y banderas


No sé si reirme de la gracia que tiene el ser humano, o llorar con desgarro por el fin absoluto de la soledad.

En la Antártida hay una oficina de correos, con buzón y todo, una iglesia católica y otra otodoxa rusa que trajeron en ferrys desde allá, una sucursal bancaria chilena, un gimnasio, internet, una cabina telefónica pública y, al margen de las bases militares y científicas, un pueblo de 39 habitantes. Ah, y en ese pueblo en el que lo normal es que la escuela, la oficina de correos, el banco, la aduana (que también la hay) y la iglesia estén cerrados, ahí a 20 metros de los pingüinos de la bahía, hay una tienda de souvenirs.


Sebas, gran tipo de Ushuaia, nos contó hace poco la historia de su suegro, uno de los pioneros de la Antártida. Después de llegar allá con su unidad militar, se le metió la piedra austral en la cabeza. Cada senda inexplorada de la Antártida, él la caminaba. Fue el primer argentino en llegar caminando al punto del Polo Sur. Puso una bandera albiceleste entonces, hacia 1964. Bastantes años después, participó en un homenaje militar internacional también en el polo sur. Todos los representantes pusieron su bandera, pero él se quiso morir: ¡Había olvidado llevar la bandera argentina! Resopló y dijo: Ahora vuelvo. El resto de los delegados se miraron alucinados, adónde va este flaco, se decían. Y el tipo fue al lugar exacto donde hincó la bandera aquella primera vez, la llevó de vuelta al punto donde le esperaban y plantó la albiceleste. En el horizonte blanco helado del polo sur. Ese sí que era un tipazo.