Buscar en este blog

viernes, 26 de septiembre de 2008

extranjeros y chinos

Ayer pedí comida china a domicilio. Vino uno con gafas, motorizado -eso exige que lleve casco, y un chino con casco parece aún más la hormiga atómica- y haciéndose pis, así que me pidió permiso para pasar al aseo. Y, como era de esperar, cuando se fue no bajó la tapa.

El otro día estaba esperando a que me llegara un paquete en la estación de autobuses de Madrid cuando me abordó un joven de aire musulmán. Halil, mauritano. Me enteré porque me abordó en francés, que si llega a usar el árabe me quedo igual. Le eché una mano escueta, explicarle cómo funciona un teléfono, atender a que terminara la marcación y, después, acercarme a él para indicarle un cambio de andén para su autobús a Zaragoza. El joven mauritano exhibía una sonrisa llena de dientes y abrió su maleta de cuero. Llevaba una enorme bolsa de plástico llena de afeites y abalorios de regalo y me dio un collar de cuentas blancas.

Un ratito después, ya inspirada, encontré a otro árabe en el metro. Era un trabajador de la Embajada de Jordania (yagdinyia) que no hablaba una palabra de ningún idioma romance o anglosajón. Me miraba de reojo sentado en el andén, y yo leí con descaro el papelote que llevaba con alguna indicación. Sólo había una palabra en castellano: corazón.

Por fin llegué a mi destino, me encontré con una amiga y nos fuimos hacia su casa. Eran las once de la noche en el barrio de la Prosperidad. Y se nos cruzó un chico negro enorme, podría ser subsahariano. Con un español entrecortado nos preguntó por una farmacia de guardia. No conocíamos ninguna y no había muchas donde mirar en esa zona. Al preguntarle, nos contó que era trabajador de la construcción y que le dolía mucho la espalda. -Vuélvete, le pedí. Y cuando me dio la espalda le pillé por sorpresa y le subí la camiseta. Dio un respingo, mi amiga abrió mucho los ojos y yo le palpé las oscuras lumbares. Le eché una bronca por tener esas contracturas sin ir al médico, le dimos unas pastillitas de emergencia y le mandamos andandito a por una farmacia de guardia, así tuviera que caminar media noche. Una manzana más allá le vimos irse derecho a su casa.