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lunes, 28 de mayo de 2007

Inventos 1


Os voy a ofrecer una primicia: el teletransporte existe.
Más o menos.
Ah, pero ya podéis perder la fe: nunca lo van a comercializar, jamás, porque saben que si este invento se conociera desaparecerían las huelgas de pilotos de Iberia y maquinistas de Renfe. Y eso no se puede consentir.

Pero sí, amiguitos. Lo he descubierto releyendo una noticia. Hace apenas unos meses se cumplió el 40 aniversario de un hito histórico: el día que Yuri Gagarin dio la vuelta al mundo en algo más de una hora. Y lo hizo en el V2, esa birria de cápsula que aparece en la foto.

La Tierra tiene un perímetro de 40.000 km2, y el V2 lo recorrió en 1 hora. O sea, que ese cohetillo iba a 40.000 km/h, en matemática básica.
Las primeras naves espaciales tripuladas eran una cápsula redondeada y diminuta, en la que apenas cabían dos tripulantes muy juntos, hombro con hombro.

No creo que sea muy difícil, entonces, crear una de esas burbujas individualizadas. O sin individualizar, que los pobres que nunca hemos tenido chófer disfrutaríamos sin duda de la frivolidad de tener piloto -o capitán, no sé- particular.
Imaginad: Madrid-París. 1.050 kilómetros. Coges tu maleta, te metes en la cápsula, abrochas el cinturón, te preparas para entrar en gravedad cero, y en 1,5 minutos estás en el Campo de Marte, París, que es un buen sitio para aterrizar una nave espacial.
Madrid-Anchorage (Alaska): 8323 kilómetros. En vez de chuparte tres aeropuertos y más de 30 horas de viaje, aduanas incluidas, te pones el casco, entras en la estratosfera y llegas en 12,4 minutos.
El viaje más largo desde Madrid sería Sydney, más o menos, y se llegaría en solo 25 minutos.

¿Es esto teletransportación? Pues sí. Transportación a lo lejos, literalmente. Y a lo rápido, ¿verdad?
Democraticemos y popularicemos el teletransporte: naves espaciales para todos, espacio aéreo libre, suelo protegido para lanzaderas privadas.

Hoy, en este día de reflexión posterior a la jornada electoral, yo pido a los sufragistas que se comprometan con la causa: PTY. Partido por el Teletransporte Ya

miércoles, 23 de mayo de 2007

Los peristas

El lenguaje evoluciona al ritmo en que varía la vida, creemos -sobre todo por lo que dice el Diccionario de la RAE-.
Por eso iniciativas como la que apuntaba hace unos cuantos post, la de las palabras apadinadas, antiguas expresiones que usábamos antes y que ahora, o no las necesitamos, o las hemos sustituido. Y en el peor de los casos, olvidado.

Pero no siempre es así. Por ejemplo. Dice el DRAE:
"Perista: Persona que comercia con objetos robados a sabiendas de que lo son"
Yo no diré tanto, ni mucho menos, pero cada uno que piense lo que quiera. Vamos con ello:

Tenía algunos monitores viejos que ocupaban mucho espacio y de los que necesitaba deshacerme, y encontré la opción de verderlos a una tienda de compraventa de objetos, bastante conocida.
Sola en casa, un lunes de puente por la tarde, enrolé a una amiga para que pasara a recogerme con el coche. Con estos bracitos de mantequilla bajé los monitores del altillo, uno a uno los metí al ascensor, uno a uno los llevé hasta el exterior del portal, uno a uno los subí al coche cuando ella llegó.
De nuevo con los mismos bracitos, ya más hinchados tras el esfuerzo anterior, uno a uno saqué los monitores del coche a la acera y uno a uno, pasito a paso como las hormigas, los fui acercando hasta la puerta del local.
5,10 pm

Había ya en esta tienda de compraventas -acceso por puerta "ventas"- una media docena de personas esperando turno, cada uno con sus paquetes. En ese momento, el mostrador estaba ocupado, oculto diría yo, por una chica morena con un bolso de deporte, del que estaba extrayendo todos los objetos de lo que podía ser una lista de boda homeless: unos doscientos VHS nuevos y envueltos, alrededor de mil CDs de música utilizados, una plancha, batidora, tostadora, sandwichera, un secador, una depiladora...

El proceso de venta esel siguiente: uno llega al mostrador, expone su mercancía. El dependiente pregunta cuánto quiere por ello y, si el material es bueno, cuánto es el mínimo que permite. Entonces, explica que tiene que dar la información a sus superiores, quienes fijarán un precio. Por fin vuelve, ofrece la pasta y se cierra el trato.

Mientras mi amiga y yo esperábamos, fueron desfilando un chico con dos bicis de monte, que recibió cuatro o cinco billetes de 20 euros; un tipo con un portátil Airis que esperó más de media hora para que el dependiente para que le dieran 250 euros; otro señor con una cámara de video, uno con un fax que se fue sin vender...
Y con nosotras esperaban unos cuantos señores que entraban y salían, que veían aparecer a alguien y le llamaban por su nombre. Señores flacos y con pocos dientes, con mala dicción y cierto aliento a vino.
En un momento dado, tras muchas quejas porque llevaban esperando demasiado, un nuevo dependiente asomó la cabeza. Los señores flacos se levantaron saludándole con confianza. Se reunieron en una esquina del mostrador y uno de los señores flacos abrió una bolsa negra y le mostró una ¡...radio de coche!
-Que esperemos un poco -comunicó el señor flaco, volviéndose a otro señor desdentado.
Yo miraba el cartel sobre mi cabeza, ese que avisa de que todo el mundo debe identificarse porque la policía inspecciona a diario la mercancía comprada...

Por fin me tocó el turno. Cargué con ayuda de los señores con aliento a vino los monitores sobre el mostrador y exhibí una sonrisa.
-¿Cuánto pides por ellos? -pregunto el dependiente.
-Bueno, le has dado 250 al del ordenador -argumenté-, así que dame a mí 200 por todo.
-Voy a preguntar.
Tuve suerte y, al menos, salió enseguida. Seguro que había ido a fumarse un cigarro.
-Lo siento -mal comienzo-: Te ofrecen 10 por cada uno de los grandes y 3 por el pequeño.
23 euros.
Las 7,05 pm.
Dos horas, cinco moratones, tres monitores. 23 euros.

Muertas de vergüenza y risa, mi amiga y yo salimos.
-Si lo llegamos a saber -nos dijo uno de los señores flacos- te los compro yo en la puerta.

-Fíjate -le dije a mi amiga-, estas son las nuevas almonedas.
-No. Son los nuevos peristas.

domingo, 20 de mayo de 2007

Ah, la primavera



Qué asco de primavera, hombre ya!


Esta estación nos pone a todos pelín ciclotímicos, y a mí me ha llegado la hora depresiva, a la que sobrevendrá otra hora de máximas cotas maníacas-románticas-florecientes.


El caso es que estoy hasta las narices. ¿Será que la sangre altera, que los pajaritos cantan y luce el sol? ¿será la astenia primaveral? ¿Será la duda eterna: qué me pongo hoy? ¿Por qué será que aún se cruza gente con bufanda con gente con tirantes; personas con botas de ante y minifalda, y otras con abrigo y sandalias?
En este tiempo, y aquí en Madrid, una no sabe si va o viene, si entra o sale, si está llegando o se pasó.

Yo, en las cimas de estos ciclos emocionales, estoy de topicazos: deportiva y cultureta.

Pero en lo cultureta, ya veis, he de ir pegándome con las ancianas y los jóvenes gafapasta.

Y en lo deportivo, aún peor: bailo bolliwood, camino al máximo, voy al gimnasio. ¡quién soy?

Pero es primavera, época en la que todo varía de un segundo a otro, tiempo de readaptaciones. Y se ve que tardo en adaptarme:

Si camino con la música puesta, pego saltitos y doy vueltas por la calle y, oh, me mareo.
Si voy a mis clases de danza con una sandalias, que hace mucho calor, mis pies blanditos del invierno no resisten, me salen unas heridas gigantes y, hala, toca caminar descalza por mitad de la latina, esperando a que alguien me lleve en brazos (qué tiempos, esto de esperar en dominicana no hubiera pasado...)
Si voy a ver el lago de los cisnes a la intemperie, con un escote veraniego y generoso, juvenil como yo misma, me agarro un catarro estupendo por idiota presumida.
Que voy a nadar, llueve.
Que vengo cansada del gimnasio, me quemo.

Pero ¿cuándo van a coincidir mis intereses y los del tiempo?


arrggg

viernes, 11 de mayo de 2007

La democratización del arte. Rasgos.


Sí, sí, es un tema tostón...

La democratización del arte, ¿quién acuñaría la expresión?, no sólo tiene la vertiente del proceso creativo, que hace que cualquiera se pueda convertir en un artista serie B.
También se trata, al parecer, de que todo el mundo acceda al mismo arte. Es el bello concepto de la igualdad de oportunidades, no?
Pero no todo el mundo puede tener un Miró sobre el retrete, para eso las reproducciones.

No iba por ahí, de cualquier forma.

Ayer me decía una artista de 81 años, mujer cineasta y documentalista reconocida y con razón, que le sorprende lo viva que está Madrid en actividades culturales.
No estoy tan de acuerdo, porque igual que la iniciativa empresarial, la artística está de capa caída en esta generación nuestra, opino.
Es verdad que ha gustado mucho la iniciativa de nocturnizar las citas artísticas (la noche en blanco, la noche de los teatros, la de los libros... suma y sigue), pero ahí estamos entonces todos, borreguitos jóvenes y sedientos, ovejitas maduras y ociosas, corderitos gregarios de toda edad y condición, acudiendo inconscientes e ignorantes hacia el aspa roja marcada en el plano de la ciudad.

Y hay clichés, y a veces es por fortuna. El otro día, en la noche de los libros, se llenó la castellana porque una buena orquesta daba gratis un recital. Mientras, frente al Palacio Real, apenas cien personas sentadas en el suelo se deleitaban con una representación del réquiem. Pero, como lo ejecutaba el coro de la Autónoma, y eso parece cosa de estudiantes, fue menospreciada. Gracias a Dios.
Seguro que no ocurre lo mismo con Tamara Rojo, que bailará el Lago de los cisnes sobre el lago del retiro. Idea de masas, ay. ¿Nos tendremos que pegar? ¿Cuántos móviles llegarán a sonar ahí, al aire libre, mientras suenan los compases? ¿Algún espontáneo alegrará nuestra euforia lanzándose al agua? (porque anda que no es aburrido el ballet, verás que risas de bostezos)
Las masas me dan miedo, y las señoras que se llevan el bocadillo o el tupper de tortilla, que aún las hay, no sólo me dan pánico, sino que me veo que acabo igual.

viernes, 4 de mayo de 2007

Las Listas (II)

Siguiendo con los listados, siempre tan agradecidos, llega el segundo ranking. Para algunos de nosotros, para mí, un descubrimiento. Una noche de primos juramos un zapateo en una tumba, y otros dieron la idea de la banda sonora del acontecimiento.
Como siempre, están desordenadas. Como siempre, agracemos incorporaciones.
Aquí llega el ranking definitivo, el top ten de las canciones de mi funeral.

1. Desde que o samba e samba (Caetano, su guitarra y su preciosa voz)
2. She (porque soy yo, sí señor. Hay que contar con la posibilidad de que se encadene a Ain't no sunshine when she's gone. Momento diva)
3. Wild World (la están poniendo en este momento. Cat Stevens)
4. Autum in New York (Billy Holliday)
5. My Heart is So Broken (Bjork en concierto. Tan trágica)
6. Walk on (U2. Momento "la vida sigue" en plena nostalgia)
7. Road to nowhere (David Byrne. No Talking Heads. Es una aportación de Macavity. Momento depresivo)
8. Michelle (Los Beatles. Si queda alguno, que me lo traigan)
9. The Rising (Bruce Springsteen. Comienza el momento álgido "coro de gospel y palmas")

10. Nessun Dorma (ópera Turandot. Nadie dormirá esa noche. "Vinceró, vinceróoo". Climax y fin)