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miércoles, 24 de octubre de 2007

Mi barrio

Me fascina este barrio, excepto en las madrugadas, como hoy, con tres coches entregados a la creación musical simultaneando sus bocinas. Lo normal sin embargo es que sean los viandantes los que nos dan recitales, unos a coro tunero, y otros creyéndose los Niños de Candeal, aporreando los cubos de basura.

Ya he hablado alguna vez de las parejas de municipales apostados en las esquinas. Pero es que alguno de esos municipales son ex legionarios de pelo cano y muchas cachas, que se toman un café contigo.

Esos mismos municipales alternan sin estorbarse con el grupo de Hare Krishna de los domingos. Hay dos pases, a las 13.05 y a las 15.00. Tiran florecillas de un cesto y regalan dulces de coco, y cantan ritmos hipnóticos con un acordeón y unos crótalos. Pero también con un MEGÁFONO, por derrumbar el sueño resacoso de los jóvenes que no tienen para ventanas aislantes, y porque el número de Hares Cantores se ha reducido a una lamentable media docena de rapados.

El domingo de los Hare Krishna es el día de descanso del ejecutivo de la plaza de la iglesia. Durante la semana, cada día aparece con su traje raído, su corbata y unos zapatos muy limpios. Se sienta en uno de los bancos, siempre el mismo y en la esquina, a no ser que esté ocupado, junto a pobres y quinquis, y abre su portátil sobre el regazo. Cuando paso le veo siempre sonreír, y cuando me giro siempre su portátil abierto tiene la pantalla en negro.

Llegó una paupérrima nueva al barrio esta semana. Una joven prodigiosa. Era una mañana soleada y ella estaba recostada contra la pared, con unos brazos regordetes y lustrosos, muy pálidos, sobresaliendo de una sábana rosa. Toda ella era sonrosada. Al pasar, dio los buenos días, se incorporó girando la joven cabeza y me pidió por favor un eurillo que llevara suelto para tomarse un café. Yo le di dos, para el bollo, y ella correspondió así: "Muchas gracias, me va a venir muy bien. Es que tengo la espalda... y el cuerpo entero... he debido de pasar una mala noche".
Como una gran idiota, le contesté: "Sí, yo también tengo la espalda echa polvo... pero creo que es por otras razones". (?)

Ayer, ya no estaba. Espero que con el frío haya conseguido una manta, al menos. Ayer la sustituyeron las chicas llorando. Fue el día de las morenas llorosas que buscaban el consuelo en móviles o en brazos de amigas. Una de ellas parecía un dibujo manga: Vestido corto de cuadros blancos y negros, flequillo largo y oscura melena de liso japonés. Era como ver llorar a la novia de Oliver o Benji. Tengo que ponerme al día en series infantiles japonesas...

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