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domingo, 20 de mayo de 2007

Ah, la primavera



Qué asco de primavera, hombre ya!


Esta estación nos pone a todos pelín ciclotímicos, y a mí me ha llegado la hora depresiva, a la que sobrevendrá otra hora de máximas cotas maníacas-románticas-florecientes.


El caso es que estoy hasta las narices. ¿Será que la sangre altera, que los pajaritos cantan y luce el sol? ¿será la astenia primaveral? ¿Será la duda eterna: qué me pongo hoy? ¿Por qué será que aún se cruza gente con bufanda con gente con tirantes; personas con botas de ante y minifalda, y otras con abrigo y sandalias?
En este tiempo, y aquí en Madrid, una no sabe si va o viene, si entra o sale, si está llegando o se pasó.

Yo, en las cimas de estos ciclos emocionales, estoy de topicazos: deportiva y cultureta.

Pero en lo cultureta, ya veis, he de ir pegándome con las ancianas y los jóvenes gafapasta.

Y en lo deportivo, aún peor: bailo bolliwood, camino al máximo, voy al gimnasio. ¡quién soy?

Pero es primavera, época en la que todo varía de un segundo a otro, tiempo de readaptaciones. Y se ve que tardo en adaptarme:

Si camino con la música puesta, pego saltitos y doy vueltas por la calle y, oh, me mareo.
Si voy a mis clases de danza con una sandalias, que hace mucho calor, mis pies blanditos del invierno no resisten, me salen unas heridas gigantes y, hala, toca caminar descalza por mitad de la latina, esperando a que alguien me lleve en brazos (qué tiempos, esto de esperar en dominicana no hubiera pasado...)
Si voy a ver el lago de los cisnes a la intemperie, con un escote veraniego y generoso, juvenil como yo misma, me agarro un catarro estupendo por idiota presumida.
Que voy a nadar, llueve.
Que vengo cansada del gimnasio, me quemo.

Pero ¿cuándo van a coincidir mis intereses y los del tiempo?


arrggg

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