
La paz por la palabra.
Si hay que concertar una boda, si hay un accidente de tráfico, si se da un desacuerdo por una linde o un problema monetario, si hay un asesinato incluso, las partes implicadas en el conflicto llaman a sus palabreros, explican sus problemas, sus argumentos y propuestas y, una vez enterado el palabrero, los contendientes dejan en sus manos la resolución. Tal es la confianza en esta figura de su organización social, que los implicados acatan sin rechistar el acuerdo al que los palabreros hayan llegado. No hay rencor hacia ellos por parte del perdedor, la palabra del mediador es la voz de la justicia y de la sabiduría. Pero, además, una vez cumplida la "sentencia" el caso cae en el olvido comunitario, no hay retroactividad en el daño ni alimenta futuro.
"Los palabreros tienen que ser serios en su trabajo -según el Putchipúu Rafael Arpushaina-, un palabrero nace con la gente y está instituido para resolver problemas".
Por el ejemplo en la construcción de la paz y la convivencia que representan los palabreros wayúu, el Ministerio de Cultura de Colombia los nombró en 2004 "bien de interés cultural" del país, y este año 2010 la Unesco ha declarado su figura y a su sistema normativo como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario